14 de octubre de 2013

Por amor a la música: Whitesnake - 1987

Una vez más (estoy sentando cátedra, me temo) me disculpo con mis compañeros de juego por la tardanza. Hemos estado de fiestas toda la semana y me requerían ciertos asuntos (en algún caso contra mi voluntad) que incluían ingestas indecentes de alcohol y alta concentración de personas por metro cuadrado. Menos mal que tengo unos amigos que valen un potosí y me hacen sentir a gusto hasta en el agujero más sórdido.

Ya era hora de meter un poco de caña en Por amor a la música. Esta semana Josi, de 67rockbiker nos ha propuesto como clave de productor/músico a Keith Olsen, nombre importante y casi fundamental en el rock de los setenta y los ochenta, no en vano Josi ha elegido para abrir boca el No rest for the wicked de Ozzy Osbourne.

Con una lista de colaboraciones realmente interesante, me decidí por 1987 casi sin dudarlo. Whitesnake es uno de los pocos grupos de hard rock a los que no solo tolero, sino que disfruto mucho. No ahondo más en este tema, mi relación con los grupos de los ochenta no es la mejor. Pero, un momento... ¿Cómo que 1987? ¿Este disco no el homónimo de Whitesnake? Sí, y no. El álbum tuvo varias versiones en función del país en el que se publicó, como fueron Serpent albus en Japón y en Europa... pues eso, 1987. ¿Y por qué has elegido la versión europea querido Vinny? Pues lo descubriréis si llegáis hasta el final.


No se puede decir que la historia de Whitesnake desde que David Coverdale fundara la banda allá por 1978 haya sido un camino de rosas. Numerosos cambios de formación y más de una tensión interna que mandó a la mierda prometedores trabajos han marcado el camino de los ingleses. Y por supuesto la grabación de este disco no iba a ser menos.

En 1985, justo antes del último concierto de la gira del Slide it in, Cozy Powell dice que se larga. Curioso si se tiene en cuenta que Coverdale ya había pensado en dar carpetazo a Whitesnake unos meses antes, cosa que no hizo por consejo (y presiones, supongo) de los ejecutivos de Geffen (gracias, chumachos, en serio). Estos mismos fueron los que invitaron a Coverdale a trabajar con el guitarrista John Sykes, a ver qué tal se les daba eso de trabajar juntos.

Lo cierto es que la cosa no fue mal y esa misma primavera ambos se juntaron en Francia con el bajista Neil Murray para empezar a componer. De aquellas sesiones surgirían los dos temas más conocidos y que se convertirían automáticamente en himnos para los seguidores de la banda: Still of the night (basada en una vieja demo que Coverdale había hecho con Ritchie Blackmore) y la power ballad mojabragas por excelencia Is this love?, que fuer originalmente escrita para Tina Turner.

Había llegado el momento de comenzar a planear seriamente el nuevo disco. Sykes quería un sonido de guitarra muy particular (quizás en ese acercamiento palpable al heavy metal que tiene todo el álbum) y fue Bob Rock, amigo personal de Coverdale, el encargado de proporcionárselo. También había que buscarle un sustituto a Powell, y tras una audición con más de sesenta candidatos, el elegido fue Ainsley Dunbar.

Todo parecía ir viento en popa pero... Pero Coverdale cayó enfermo. Una infección en los senos (nasales, o eso supongo) que le obligaron a operarse de urgencia y a una recuperación de más de seis meses. Sykes, ni corto ni perezoso, propuso buscar un nuevo vocalista y seguir sin Coverdale. No eres listo tú ni nada. Así que cuando Coverdale se recuperó mando a la mierda a Sykes y a su productor Mike Stone (probablemente por haber estado en algún momento de acuerdo con el guitarrista). Y aquí es donde entra Keith Olsen, encargado de coger todo lo que estaba hecho hasta el momento, arreglar el percal y sacarse de la manga uno de los mejores discos de hard rock de la historia. Se unieron a la fiesta Don Airey y Bill Cuomo para encargarse de los teclados y como invitado especial, el guitarrista Andy Vandenberg.

- ¿Te acuerdas esa noche que recogimos a los tres travelos negros en el descapotable y...?
- Por favor David, que esto lo van a leer mis nietos.

No tengo muy claro cuales fueron las razones que llevaron a David Coverdale a querer regrabar dos temas del Saints & sinners como son Crying in the rain y Here I go again. De todas formas la jugada le salió redonda, porque ambas son mucho más célebres en sus versiones posteriores que las originales. Yo echo de menos el teclado de Jon Lord y el sabor blues de Crying in the rain (Coverdale decía que Sykes odiaba el blues), pero he de reconocer que el cambio tampoco les sentó nada mal.

El resto del disco se desarrolla más o menos en la misma dirección, con un hard rock más acelerado y heavy, alejado de ese blues rock que practicaba la banda sólo unos años atrás, con riffs afilados y muy potentes y un incremento de velocidad interesante.

Hay temas para marcar paquete en plan macarra y asentir a una cámara imaginaria como si fuéramos auténticos Bad boys o unos Children of the night. Hard rock sucio y peligroso, aunque en muchos casos sea pura pose. Y luego el amor. Ah, el amor. La otra vertiente del hard rock tenía que aparecer aquí. La melosa Looking for love, la más rockera Give me all your love o la genial y optimista Straight form the heart.

Como decía al comienzo de la entrada, he elegido la versión europea del disco por una razón en particular. Bien, como viene siendo habitual cuando se realizan distintas ediciones, este 1987 venía con dos temas extra. El primero es Don't turn away, un tema con espíritu de power ballad pero muy bien hilado con un sonido mucho más AOR, casi épico. Y el segundo es la razón de la que hablaba. You're gonna break my heart again es un trallazo del hard rock más duro que os podáis imaginar, con un Coverdale desatado en el estribillo y un ritmo tan heavy y tan directo que corta el aliento. Porque cuando sabes que te van a volver a romper el corazón, que mejor que reconocerlo a ritmo de Whitesnake.

Iba a hacer una selección de canciones, pero he decidido que dado el minutaje del álbum y su categoría de clásico entre los clásicos, os lo dejo "enteritico" en el Spotify (y encima versión remasterizada, si aún os quejaréis...). Disfruten de la semana, shurmijos.

5 comentarios:

bernardo de andres dijo...

Nunca es tarde si la dicha es buena y el disco elegido es bueno mu bueno. tal vexz soy algo horterilla pero de la carrera de los Snakes este es de mis favoritos

PUPILO DILATADO dijo...

Estás disculpadísimo compañero!! "El Pilar" desgasta!, sé de lo que hablas por mi etapa Turolense en la que me acerqué algunas veces a ver conciertillos desde Utrillas/Montalbán.

Menudo disco "1987", polémico y generador eterno de controversias, a mí me gusta mucho, muchísimo!, pero es que la etapa anterior, mucho más bluesy y 'guarrona' me puede amigo.

Cojonudo post, yeaaah!!!

TSI-NA-PAH dijo...

El disco con el que Whitesnake gano un moton de fans y perdio otro monton...Aunque mas pequeño.Disco que practicamente todos tenemos y hemos escuchado hasta la saciedad...Disco que le asegura a David una pension mas que acomodada. Me gustaba...Ahora me suena a horterada absoluta!Pero sigo teniendolo!
A+

Josi dijo...

Aqui nos encontramos con uno de los discos definitivos de los años 80. Este es un trabajo excepcional que se llevo por delante la esencia mas bluesy de los Whitesnake originales. Es curioso, lo que catapulto a Coverdale al megaestrellato mundial es lo que peor aguanta el paso del tiempo y es en lo que insiste hoy en día. En fin, se vive del dinero y no del espíritu, y Coverdale encontró el camino con este magnifico trabajo. A mi me apasiono este disco en su momento, sin embargo, si hoy pudiese asesorar al bueno de Coverdale, le diria de recuperar aquellos Snakes originales, tota,l ya ha hecho mucha caja. Muy buen post, Vinnie, un saludo.

Carlos Tizón dijo...

Fuck, llego tarde. ¿Que has estado de fiesta y trasegando alcohol? a mi como justificación es cojonuda. Este disco es una pasada, el disco que la epoca requeria, el sonido que esos dias reclamaban,y Coverdale lo hizo, vino, vió y venció. Que much fan antiguo no lo entiende, bueno, que le vamos a hacer, yo que soy fan a muerte de Coverdale, amo este disco, y que maciza estaba la Kitaen, coño.