Lo siento, pero no puedo con esa clase de condescencia. Y mucho menos cuando insinúan sin ningún pudor que somos una pandilla de catetos por disfrutar de un partido de fútbol. Así como si ellos repartieran su tiempo entre Voltaire y Hawking. El perfil típico de estos personajes es el de "perroflauta-modernete". La élite de las mentes, vamos. Gente que dedica su twitter a miles de citas de grupos de rock en castellano (porque lo del inglés es muy complicado) de gran calibre como Sínkope, La Gripe, Bongo Botrako o mis queridos hamijuitos de La Fuga. Gente que protesta contra las centrales nucleares sin tener ni puta idea de como funciona una central nuclear. Gente que te recrimina que tengas algo de ropa de marca o animes a un multimillonario que le pega patadas a un balón mientras hay gente que sobrevive como puede, pero que pierden el culo cuando hay oferta de 2x1 en kalimotxo. Gente que se las da de profunda por leer a Coelho o Saramago pero que no es capaz de escribir sin faltas de ortografía. Gente que habla de igualdad, de explotación infantil y de derechos del trabajador mientras le pitan los avisos del WhatsApp.
En fin, que el fútbol es un pasatiempo. Y ni todos los futboleros somos imbéciles, ni todos los imbéciles son futboleros. Lo que no tengo muy claro es si se puede decir lo mismo de los flutedogs y otros especímenes "alternativos". Algún día me extenderé en este tema, que me tiene muy quemado.
Pero bueno, que se me va la virgena. Por aquí ando otra vez presentando las novedades de éste mes. Creo que tenemos algunas la mar de interesantes y, en general, he disfrutado mucho con lo que el mes de abril nos ha dejado.
Con treinta y cuatro, que se dice pronto, años de vida, Killing Joke, a los que tristemente apenas conocía, publican su decimo quinto trabajo de estudio. Es imposible etiquetar MMXII con un estilo (quizás lo más cercano sea algo así como punk-hardcore industrial) de manera que intentaré, si me permitís, hacerlo con una metáfora. Imagináos un gigantesco coloso mecánico, que avanza lento, con sus potentes pisadas, arrasando con todo lo que se le pone por delante. Imaginad el ensordecedor sonido de sus engranajes, el zumbido que emiten sus movimientos. Y ahora imaginad que, en un momento dado, el coloso hace girar sus metálicas muñecas transformando sus manos en armas de fuego y disparando en ráfagas cortas pero intensas. Todo mientras dos voces, una limpia y etérea y otra vieja y agresiva, ejercen de conciencia en los hombros del coloso. ★★★★