13 de agosto de 2013

Sangre fresca: Gogol Bordello - Pura vida conspiracy

Hacía mucho que no hablaba de ninguna novedad musical (he dejado estos meses que sean otros los que lo hagan, limitándome yo simplemente a enlazarlos) pero este final de julio ha sido muy apetitoso. Una horneada de discos interesantes que irán apareciendo poco a poco por aquí (aunque no creo que todos, no me gusta hablar de decepciones). Y como es lunes y los que no esteis de vacaciones estoy seguro que necesitais como el beber un poco de ánimo, sirvo hoy de emisario para presentaros lo último de Gogol Bordello.

Pero vayamos por partes Gogol Bordello nos suenan ¿que no? Pues muy mal. Bueno, tampoco voy a venir yo ahora a hacerme el interesante, porque sólo conozco a esta banda desde hace tres años. Pero fue, como se suele decir, amor a primera escucha. Ucraniano de nacimiento, ruso y gitano de sangre y trotamundos por fuerzas mayores, Eugene Hütz (cuyo nombre original no voy a transcribir por ser cojón de largo amén de ininteligible para los no acostumbrados a las lenguas eslavas) llegó a Vermont en 1992 como refugiado político tras pasar por Polonia, Hungría, Austria e Italia. Las experiencias vividas durante este viaje, las distintas culturas y paisajes, son la principal fuente de inspiración de Hütz en sus composiciones, que no lo he dicho, pero como podéis imaginar, es el alma de Gogol Bordello. En 1999 y tras conocer a otros inmigrantes soviéticos en la mestiza y caótica Nueva York, nace el gypsy punk.


Macaco, la caja de Ribera del Duero
no la busques más, que me la he afanao.
No es casualidad (bueno, puede que sí) que fuera Nueva York la ciudad que vio nacer a Gogol Bordello. A lo largo de los años, la banda ha sido un no parar de cambios de formación en los que Hütz ha sido (obviamente) la única constante y que se ha caracterizado por su multiculturalidad. De hecho, el otro miembro más antiguo no es otro que el violinista ruso Sergey Ryabtsev (este tío es enorme, cuando tocaron en Bilbao hace unos años, apareció con una camiseta de Camarón de la Isla y sí, es la misma que lleva Hütz en la foto) y los otros veteranos son el bajista etíope Thomas Gobena, el percusionista ecuatoriano Pedro Erazo (otro grande, un espectáculo en directo) y la bailarina/corista/chica para todo Elisabeth Sun, hongkonesa criada en Escocia. Y no sólo eso. En los catorce años de existencia que tiene a sus espaldas, en Gogol Bordello han tocado además, irlandeses, británicos, rumanos, israelíes... Ríete tú de las naciones unidas.

Pues eso es Gogol Bordello: una bandera hecha con retales de miles de colores que ondea al ritmo del punk más festivo y que se riega, y en grandes cantidades, con folk del viejo continente. Una delicia no sólo para los oídos sino también para el corazón (aigs).


Bueno, pero vamos con el disco, que habíamos venido a eso. Pura vida conspiracy, ese es su nombre, y se puede disfrutar sin complejo alguno, dejándose llevar por lo que cada canción te haga sentir. Porque tras ponernos a tono con We rise again, aquí vamos a encontrar de todo. Tonadillas marineras como Name your ship, e incluso ciertos aromas del country más redneck como la combativa Lost innocent world o John "The conqueror".

Por supuesto tenemos temas que serían magnífica banda sonora para reunirse alrededor de una hoguera para bailar hasta caer dormidos y que ya forman parte del estilo más, digamos, habitual de Gogol Bordello. Malandrino, Rainbow, Gypsy autopilot o Amen nos regalan ráfagas de punk para que el violín, el acordeón, o lo que se tercie, cabalguen hasta el amanecer.

Pero si bien es cierto que Hütz y sus muchachos saben alegrarle a uno el día, también saben tocarte la fibra. De hecho me atrevería a decir que en este Pura vida conspiracy los mejores temas son los más lentos. Esos en los que si te asomas con cuidado puedes ver todo lo que esconden esas voces que no son las mejores, pero cuentan como nadie lo vivido. I just realized es un cortejo latino en toda regla y Hyeroglyph es capaz de dejarte sin respiración con estribillo tan amargo como sincero.

He dejado para el final un tema que desde el primer segundo me tiene encandilado. El equilibrio perfecto entre melancolía y agresividad, la alternancia, sin despeinarse, entre la velocidad de un bombo y la delicadeza de una guitarra básica. La transformación de unas lágrimas casi furtivas en un grito revolucionario. Dig deep enough. Inmejorable.

Espero no dejéis pasar este tren y os unáis a esa gran familia que son Gogol Bordello o, por lo menos, hagáis como yo y de vez en cuando compartáis un cigarro o una copa con sus voces, disfrutando estar vivos.

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