29 de noviembre de 2011

Diamond dogs - 1984

Dios mío, tengo un notición que compartir con vosotros. Resulta que estas navidades y a mis veintidós añazos, por fin, después de mucho tiempo, por fin voy a hacerlo por primera vez. Sí, sé lo que estáis pensando. Estáis pensando que ya era, que manda huevos que aún no lo hubiera hecho nunca. Pues sí, yo pienso lo mismo. ¡Y no creáis que no lo he intentado! En su momento me pateé más de media ciudad en busca de alguien que quisiera darme una oportunidad. Ni siquiera en el pueblo, que cuando llega el verano y la temperatura sube, la gente está cómo loca y enganchan prácticamente al primero que pillan, tuve suerte. Cuando empezó el curso me rendí. Puse un anuncio en algunas redes sociales a ver si algún niño necesitaba un poco de ayuda, yo podría (aún en mi inexperiencia) intentarlo. Pero nada. Bueno, en realidad si que ha habido algo por ahí, pero nunca lo he considerado nada serio. Favores a conocidos, cosas así. Hasta que esta semana pasado uno de mis amigos me llamó para hacerme una oferta que no podía rechazar. Así que, sí, dentro de un par de semanas, tendré mi primer trabajo serio desde que soy persona humana.


¡¿Qué?! ¿Que habíais pensado que hablaba de...? ¡No! ¡No, por favor! Y además he hablado de niños... Que vergüenza. Pensaréis ahora que soy una especie de obseso. Bueno, pues no andáis muy desencaminados, así que seguid pensándolo. Porque aunque esas letras en negrita hayan llamado poderosamente vuestra atención y habéis pillado el doble sentido al vuelo, reconoced que una pequeña parte de vuestro cerebro os decía lo contrario y os gritaba "¡huye!¡es un post exhibiccionista!" Pero no cantéis victoria tan pronto. Este va a ser un post animal, en el sentido más sexual de la palabra.
David, en una escena eliminada de Rocky III
Ah, los alocados años 70. Años en los que las cadenas de oro con eslabones del grosor de un macarrón no eran un complemento exclusivo de los canis y los camioneros. Años en los que un hombre podía vestir pantalones de campana, botines con tacón y llevar una camisa horrorosa mientras enseñaba el pelo del pecho con orgullo. Años de bigotes ridículos. Años de flecos, de bolas de espejo, de desenfreno contenido, de música disco, y de puto rock'n'roll. Sobretodo de puto rock'n'roll.


Y si hubo un grande entre los grandes durante aquella decadente y brillante época, ese fue David Bowie. Él era el más decadente, el más brillante. El duque blanco. Ziggy Stardust. El hombre de las mil caras. Para muchos un simple fantoche, para otros, un icono, un mito, una leyenda viva.


Nos situamos solamente un año después de la publicación de Aladdin Sane. Y tan sólo ocho después de haber publicado un disco de versiones. Durante la grabación de este último, Bowie se obsesionó con la novela 1984 de George Orwell. hasta tal punto que intentó comprar los derechos de la obra para hacer un musical. Las negociaciones no llegaron a buen puerto y fruto de esa frustración y del innegable talento que exudaba el duque blanco, surgió este Diamond Dogs, el último cartucho que el rey del glam gastó antes de abandonar su trono. Un trono que a día de hoy le sigue perteneciendo pero que hace mucho que no ocupa.





En cuanto Pin ups (el disco de versiones) estuvo a la venta, Bowie se encerró en el estudio para dar forma a su nueva criatura. La principal diferencia vino que esta vez los Spiders from Mars no serían sus matronas, ya que aunque había ayudado a gestar el disco durante el tour anterior tocando muchas de las canciones en directo, Mick Ronson y los suyos no entraron a grabar con David. En su lugar Bowie tomó la batuta y se encargó de la mayoría de las guitarras (un par ya compuestas por Ronson durante la gira), el saxofón y otros instrumentos algo menos ortodoxos, como el sintetizador Moog o el melotrón. Al bajo lo acompañaba Herbie Flowers y la batería se la repartieron entre Tony Newman y Aynsley Dunbar.
Pero Diamond Dogs no era simplemente un nuevo disco. Era un nuevo mundo. Una nueva historia que contar. Lo primero era elegir la máscara, y Halloween Jack fue el afortunado. Un moderno, un chulo barriobajero, un hombre entregado a las pasiones del bajo vientre. El más guay de toda Hunger City. Él será el encargado de guiarnos por los despojos de lo que antaño fue Manhattan pero no son más que ruinas, dónde los seres humanos sobreviven como pueden entre la putrefacción de un mundo que cada día tiene menos de mundo y más de vertedero, promiscuos, drogados y desencantados. Agarraos fuerte a lo que tengáis más a mano, porque a partir de aquí, el vórtice de purpurina y autodestrucción girará cada vez más rápido y no conviene que os trague.


And in the death, as the last few corpses lay rotting on the slumy thoroughfare the shutters lifted in ancient Temperance Building, high on Poacher's Hill, and red mutant eyes gaze down on Hunger City. No more big wheels. Fleas the size of rats sucked on rats the size of cats and ten thousand peoploids split into small tribes coveting the highest of the sterile skyscrapers like packs of dogs assaulting the glass fronts of Love-Me Avenue, ripping and rewrapping mink and shiny silver fox, now legwarmers. Family badge of sapphire and cracked emerald any day now. The year of the diamond dogs... This ain't rock and roll. This is genocide! narra Future legend, que nos ambienta como nadie, con su guitarra desnuda y sus sonidos inquietantes (a mí esa niña que suena de fondo me pone los pelos de punta), dándonos una calurosa bienvenida al fin del mundo.  Poco hay que decir de la inmortal Diamond dogs, con ese riff sureño y esos arreglos de saxofón, despreocupada, provocativa y sexy convirtiéndose en la perfecta banda sonora de las andanzas de Halloween Jack por los tejados de Hunger City presentándonos a sus habitantes y su sociedad.
La tríada Sweet thing/Candidate/Sweet thing (Reprise) nos sumerge en el sórdido mundo del sexo callejero, con un Halloween Jack ardiente y sinuoso, que se arrastra entre espasmos de placer sobre una guitarra distorsionada y un saxofón insinuante. Aitor decía (y Alex lo secundaba) que el mejor disco para tocarse era el Aladdin Sane. Puede ser, pero para follar, dudo que haya ninguno mejor que este. El tema, que empieza dulce y emotivo, como las caricias por encima de la ropa, va subiendo la temperatura, poco a poco, hasta hacerte sudar. Y entonces acelera, el ritmo se vuelve más rápido, como el movimiento de las caderas en la cama, como el ritmo cardíaco cuando sientes a una mujer cerca. Ya para terminar, todo se vuelve casi épico y os hará rememorar esos segundos previos al orgasmo, esos segundos de pura magia y deseo...
Creo que me he empalmado. Bueno, Rebel rebel nos tranquiliza un poco, pero no pierde de vista ese aire de ambigüedad que imbuye a nuestro protagonista. El riff, obra de arte dónde los haya, es una auténtica inyección de positivismo, una invitación a romper con los estereotipos que nos encorsetan y simplemente, ser felices como nos sintamos.
Rock 'n roll with me es, para mí, un auténtico himno al sentimiento rockero por excelencia: la amistad, no en vano fue compuesta por Bowie y su gran amigo Warren Peace. El esfuerzo conjunto de todos los instrumentos en este tema, lo convierten en una pieza sólida, en una pequeña orquesta ambulante que te hincha los pulmones con cada nota.
A partir de aquí, el disco se convierte en un pequeño homenaje a George Orwell. Si no lo habéis leído, aprovecho para recomendarlo y es que pocos escritores fueron tan visionarios (quizás Verne fuera el otro discípulo aventajado) como el inglés. En el 47 vaticinó la globalización, la desaparición del pensamiento crítico e individual en aras del bien común, los conflictos encubiertos, la alienación de la raza humana en general, y por supuesto, el Gran Hermano, ese ojo que todo lo ve y todo lo vigila y que hoy por hoy, camuflado en ese seudónimo que inspira tanto morbo como miedo, sigue vigilándonos. Orwell utiliza el periplo de Winston Smith, el protagonista, para retratarnos esa sociedad gris y vendida como utópica donde el individuo ha desaparecido bajo el peso de las rígidas barreras de las clases sociales. La rebelión intelectual de Winston ante el mundo que le rodea y su ilícito romance con Julia, son ingredientes suficientes para prender la mecha de la discordia.
Se hace un poco denso, no voy a negarlo, sobretodo algunos pasajes sobre la geopolítica y los motivos que llevaron al mundo a su situación, pero se trata de una lectura casi obligada no sólo para todos los amantes de la ciencia ficción o la política, sino para todos aquellos que disfruten reflexionando mientras leen.


Pero volvamos con Bowie. We are the dead es una frase que Winston le dice a Julia, y en este tema, Bowie reinterpreta la ATENCIÓN SPOILER captura de la pareja a manos de la Policía del Pensamiento. La atmósfera pesimista y desencantada refleja todo el nihilismo velado que impregna la obra de Orwell, pero deja una pequeña grieta abierta a la esperanza, suficiente para que se cuele un brillo de esperanza.
Esto es 1984, épica, imparable, tremenda. Las guitarras te golpean con su incesante wah wah, los violines te acribillan con sus disparos agudos y rápidos como el rayo, el teclado te sopla en la nuca una melodía tétrica y envenenada, y Halloween Jack grita, como un profeta sin piedad.¡El puto apocalipsis suena a disco!
El saxo que abre Big brother no esta permitido para menores de dieciocho años. Todo ha terminado, Halloween Jack y los suyos han sido capturados por los de arriba, que los han convertido en autómatas sin libertad. Ahora aman al Gran Hermano. Si no fuera por que el saxo vuelve a hacer de las suyas, dejándonos unos minutos sensacionales, ahora mismo estaría llorando. Chant of the ever circling skeletal family es el cierre del disco, los Dos Minutos de Odio de los que habla Orwell en su novela y que los gobernantes utilizan para mantener calmados a la población, bombardeándolos con imágenes de los enemigos del régimen. Desquiciante, distorsionada y aún así, conserva ese olor a decadencia, como de estridente perfume barato.
Cuidado, Roger Moore nos vigila.
Y hasta aquí hemos llegado. Álbum corto, que se devora en dos escuchas y que se disfruta el doble cuando se conoce la historia que cuenta porque evoca aún más de lo normal. Una historia de mundos enfrentados, de la sobriedad de 1984 y el brillo arcoiris de los Diamond dogs. Una historia de violencia y pasión. De sudor y sangre. De plástico y hierro. De vísceras y lentejuelas. De despojos y glamour. 


Cuidaos mucho chumachos. Un abrazo enorme y una patadita en el culo.

22 de noviembre de 2011

In my blood (En mi sangre)


El otro día estábamos en clase y sucedió algo curioso. Resulta que estoy matriculado de una asignatura que se imparte en inglés. Además nos el profesor es una especie de Iñaki Uoho con el pelo entrecano. Esto no tiene nada que ver, pero me apetecía compartirlo. El caso es que nos estaba explicando una cosa y utilizó una analogía la mar de extraña.
- Si quisiéramos averiguar cómo se vive en Munich, ¿dónde sería más lógico preguntar? En Cádiz o en Munich. Porque claro, en Cádiz puede a ver alguien que haya vivido en Munich, pero la probabilidad es mucho menor que si preguntas en la propia ciudad. El gaditano te diría "I don't know" (recordad que la clase es en inglés). Bueno, mejor dicho diría "Quillo, I don't know". Risas generalizadas.
En esto que una de mis compañeras, una chica sudamericana (colombiana, creo que es) me pregunta qué significa "quillo". Cómo soy una buena persona, se lo expliqué. Pero entonces me paré a pensar en cómo las cosas que son tan habituales para nosotros, como reírnos "de" (que no "con") los andaluces - un saludo para todos nuestros lectores andaluces - pierden toda su razón de ser cuando te alejas. El universo es muy grande y España, sólo un pequeño punto (un punto de mierda) en un planeta cualquiera...


Vale, me habéis pillado. Es una reflexión de mierda. Pero no tenía ni puta idea de cómo empezar este post y, como voy a hablar de Gibraltar me he acordado de Cádiz y, por extensión, de esta anécdota tan sosa como innecesaria.




Porque el grupo que nos ocupa hoy son oriundos del peñón más disputado de la península ibérica. Más incluso que un mojón que hay en Palma de Mallorca, que los alemanes llevan años tratando de conquistar armados con sus tumbonas y sus chanclas con calcetines. Más incluso que las playas de Salou o de mi Murcia natal, que verano tras verano son acosadas por hordas de maños y madrileños con ganas de joder a los autóctonos.


Como decía, que me voy del tema, Breed 77 salieron de Gibraltar en 1996. Bueno, en realidad Paul Isola, Danny Felice y Stuart Cavilla formaron el germen de la banda en Londres, pero fue ese origen común el que los unió. En 2001 publicarían su primer disco, pero los años anteriores Metal Hammer y Kerrang! ya se habían encargado de dar el aviso al mundo metalero de que estos muchachos venían pegando con ganas, dándoles más de un premio de artista novel. Tan intenso fue el boca a boca que la mítica Albert Productions (sí, los de AC/DC) les ofreció contrato para cinco discos.


In my blood (En mi sangre) salía en septiembre de 2006. Aunque no tuvo tanto éxito como su antecesor (Cultura se colocó en el puesto 61º de las listas británicas mientras que éste sólo consiguió el 112º), suponía un paso cualitativo en la calidad sonora. Y es que fue Ron "The saint" Saint-Germain (Soundgarden, Tool, Creed, Bad Brains...) el encargado de su producción.


Dejad que los niños se acerquen a Paul Isola... si se atreven.
Si no habéis escuchado nunca a Breed 77, os aseguro que su propuesta puede, al menos, sorprenderos. Criarse a escasos kilómetros de Andalucía hace que te empapes casi sin percatarte de toda la tradición musical que emana de sus tierras. Estoy hablando de flamenco (de flamenco de verdad, del bueno, no esas mierdas salen en el Tú si que vales de Telecirco y que dan vergüenza ajena), de sonidos árabes... Si esto lo unes a una propuesta de metal potente, con regusto a thrash y a nu, y con un espíritu combativo, la mezcla es una auténtica bomba.


Una bomba que estalla cuando Petróleo (You will be king), aleja las guitarras clásicas a golpe de riff. El ritmo salvaje, sin domesticar, se entrelaza con líneas flamencas, inconfundibles cuando Paul Isola se saca del estómago un duende que ya quisieran para sí los maricones de Los Rebujitos. Empty words comienza pegajosa, con unas guitarras que van y vienen, que vuelan etéreas entre los silencios, mientras el ritmo seco y vibrante de la batería nos hace avanzar a paso rápido hacia un estribillo apasionado y un sólo de guitarra hiriente.


Tras el interludio Viento de levante, dónde el flamenco se hace puro, nos vamos a Blind. Este fue el primer tema que escuché de la banda, y me cautivó. Analizándolo fríamente no tiene nada del otro mundo, y el esquema sigue básicamente el de las dos primeras canciones, pero, no sé... El estribillo es pura fuerza. La facilidad de Isola para cambiar de registro, para entonar un cante o rugir, es pasmosa. Y desde luego, el trabajo de Felice y del barcelonés Pedro Caparrós, no tienen desperdicio. Pero quizás lo que más me gusta sea el final de la canción, con esas dos voces superpuestas, cantando a dúo en inglés y en castellano (bueno, en gaditano cerrado, pero en castellano al fin y al cabo) y con la batería machacando cada compás sin piedad.


Ahora el viento que sopla viene de oriente. Y Remember that day es un clarísimo ejemplo de algo que llevo diciendo toda mi vida: el metal y la música oriental nacieron para conocerse, para amarse y para fornicar sin pausa hasta caer exhaustos. Sólo así puede explicarse esa simbiosis casi perfecta. Podríamos decir que Look at me now es la balada de este álbum. Pausada, desgarradora y preciosa. Creo que no hay nada que le imprima más dolor y sentimiento a una canción que una voz que se rompe al final de un verso, como le sucede a Isola en algunos momentos. Y claro, si encima la acompañas con un sólo de guitarra que bebe de los de otras grandes baladas, como November rain, y con un acompañamiento orquestal exquisito, el resultado es casi insuperable.


So you know continúa con ese sonido taciturno y tranquilo, pero que evoluciona en un estribillo mucho más animado, aunque no alegre precisamente. La distorsión queda en segundo plano y es la guitarra acústica la que construye, con sus punteos y sus acordes, la sólida base para que el resto de instrumentos erijan segundo a segundo un enorme monumento metálico.


The game vuelve a repetir el esquema de sus compañeras de plástico: riff demoledor, rabia y mucho sabor del sur. Eso sí, tiene un sólo que aunque breve, se te clava en el alma y un Cavilla al bajo que, aunque parezca que pasa desapercibido en casi todo el álbum, sigue siendo una piedra angular de la banda gibraltareña. Alive tampoco termina de reinventarse. De hecho, suena como si Tomatito y sus acompañantes hubiesen descubierto la distorsión. Aceptable, pero prescindible. El redoble militar marca el inicio de Libertad, para cambiar poco después y convertirse en un ritmo de puro metal que se desangra en el estribillo. Impresionante y mayúsculo el esfuerzo de Caparrós y Felice, que hacen brillar sus guitarras, primero con suavidad sobre los redobles de la batería, haciéndonos sentir como un condenado que mira al horizonte del desierto mientras espera a la muerte segura de un disparo por la espalda, para después trepar alto, inundando tus oídos con ese dolor sucio y caústico que tienen las guitarras cuando lloran de pena.


Para el final queda Tears, dónde una vez más las guitarras desnudan el alma de la canción, tejiendo una melodía oscura y amarga, que se insufla poco a poco con la rabia de las lágrimas, hasta estallar en un canto épico, el de los oprimidos y los olvidados.


Como os decía, una propuesta diferente, curiosa y, sobretodo, muy recomendable si queréis alejaros de los sonidos clásicos del metal y os apetece oír algo distinto.


Yo me despido por hoy. Cuidaos mucho gente.
Un abrazo muy grande y que os abrace un cactus.

15 de noviembre de 2011

Aftermath



Que ganas tengo de que llegue ya el domingo, maldita sea mi estampa. Estoy hasta los mismísimos nísperos de la puñetera campaña electoral. Porque encima se empeñan en meternos el bipartidismo en vena y la cosa no mejora: Rubaljoy por aquí, Rubaljoy por allá, "tú no has hecho nada en el tiempo que llevas en el gobierno", "tú cuando seas presidente vas a favorecer a los ricos", tonto, caraculo, etcétera, etcétera. mientras los medios de comunicación se rijan por la filosofía de "comerle el nardo a los dos partidos mayoritarios" esto no va a llegar a ningún sitio. En este país tenemos instaurada una especie de oligarquía política, con una derecha rancia y una "izquierda" manirrota que con el tiempo, está empezando a oler a dictadura. Pero nosotros nos lo hemos buscado. Bueno, nosotros no. Pero hay días tontos y tontos todos los días. Y de los últimos en España vamos sobrados. El 20 de noviembre acudirán en masa a las urnas millones de españoles poseedores de una única neurona, lobotomizados por la propaganda electoral. Estarán los autoproclamados socialistas que creen que ser autónomo equivale a haber luchado en las revueltas mineras de Asturias. Estarán los que ni siquiera hayan abierto el sobre que papá les ha dado para votar. Estarán los acólitos de Interconomía, con la lefa en la punta mientras sueñan con una victoria y con la merecida lección que se llevaran esos pulgosos perroflautas que salieron a las calle en Marzo. Y estaremos, por desgracia, los últimos que tenemos un poco de fe en la democracia, locos de nosotros, esperando que de verdad, nuestro voto signifique algo. Por eso os invito a acudir el domingo al colegio que os haya tocado. Votad a cualquier partido. Votad a UPyD, a Izquierda Unida, a eQuo, al PCE, a las JONS, a España 2000 si os sale de las narices. Pero, por lo que más queráis, no contribuyais a este pucherazo velado. Y si contribuís, que sea porque de verdad creéis que merece la pena, no porque Rajoy pertenezca a "la derecha mentirosa" o Rubalcaba sea un "sociolisto". Aún así, tengo que insistir en algo que me lleva rondando la cabeza unos cuantos días: si gobiernan los de siempre, al final pasa lo de siempre.


- ¿Y vosotras por qué no estáis desnudas?
Antes de continuar leyendo, quiero que comprobéis quién es el que firma esta entrada... ¿Ya? Ojipláticos os hayáis. ¿Pero Vinny, qué haces hablando de los Rolling? Tú, amante del nu metal, del rock alternativo, del drum and bass, del metalcore y de otras cosas acabadas en -core... Pues aquí me tenéis. Y es que no hay quién se resista a sus satánicas majestades. Ni siquiera yo, adalid del modernismo gafapasta y de los enfermizos gritos guturales.


No me da miedo reconocer abiertamente que los Rolling Stones nunca han sido una de mis pasiones, ya me conocéis. Pero Aftermath tiene un algo... Bueno, concretamente tiene dos algos y un buen puñado de algos más pequeños. ¿Desorientados? Me lo imagino. Cuando me pongo críptico no hay quién me casiopea. Ron.




Vayamos al grano. El 15 de abril de 1966 se ponía a la venta el que sería el cuarto álbum de la banda londinense. Decir que sus tres trabajos anteriores habían sido un éxito sería quedarse muy corto. La lucha entre los Rolling Stones y los Beatles era encarnizada: a cada éxito de sus satánicas, los de Liverpool respondían con algo más grande aún. Y viceversa. Buenos años los 60. En junio del mismo año saldría a la venta la edición americana.


- Tíos, creo que lo hemos matado
Aftermath fue especial fundamentalmente por tres razones. Para empezar, se trata del primer disco de la banda en el que todas las canciones fueron escritas por Mick Jagger y Keith Richards, ya que sus anteriores álbumes estaban plagados de canciones regaladas y/o versionadas (práctica muy común en los albores del rock). En segundo lugar, es reseñable el trabajo de todo el grupo instrumentalmente hablando y en especial de Brian Jones, convertido en "chico para todo" y demostrando que no había instrumento que se resistiera a su talento.La fusión es otro elemento fundamental de Aftermath, en el que se mezclan los sonidos más clásicos del blues y del rock'n'roll con aires orientales y de psicodelia, tan de moda en aquella época. El tercer detalle es que también fue su primer trabajo grabado íntegramente en tierras norteamericanas, en particular en los legendarios estudios RCA en Hollywood.


La salida del disco vino precedida por el single Paint it black. Sin coma, que conste. La coma, o al menos así se defendió Richards, fue cosa de la discográfica. Brian Jones serpentea con su sitar, Bill Wyman acaricia un bajo sobrecargado con los pedales de un Hammond y Charlie Watts cabalga sobre la batería, mientras Richards y Jagger dirigen el cotarro. Un Nanker/Phelge (para los que no lo sepáis, era el nombre que aparecía en los créditos de las canciones compuestas por la banda al completo) en toda regla. Con ésta  inmejorable carta de presentación ¿alguien podía resistirse a escuchar el disco?




Sacad el vinilo de su funda. Frotadlo suavemente. Con delicadeza. Oledlo. Aspirar el delicioso aroma de lo auténtico. ¿Listos? La cara A nos recibe con los brazos abiertos y el oscuro sonido de Mother's little helper. Esta vez no hay sitar, pero una guitarra de 12 cuerdas lo imita, y el bajo oscila, como un péndulo, creando la atmósfera perfecta para esta súplica a una madre enganchada a los barbitúricos.


El órgano de Ian Stewart (invitado a la grabación junto a Jack Nitzsche) nos avisa de que llega that Stupid girl. Rock en vena, animado, divertido, canalla. Jagger podía permitirse criticar a las niñas pijas. Le sobraba con todas las demás al muy cabrón. Además, yo creo que a las niñas pijas tampoco les importaba tanto, y habrían pagado lo que fuera por acostarse con él.
Pero sus satánicas también sabían ser dulces. Lady Jane es una balada preciosa. Y es una balada en todos los sentidos, pues la maestría y la delicadeza que Jones tiene con el dulcimer Apalache mecen suavemente una melodía que recuerda a los antiguos romances medievales, a las cortes inglesas de antaño, con Jagger y los suyos ejerciendo de improvisados trovadores.


He aquí uno de los algos de los que hablaba. Under my thumb es y será siempre mi canción favorita de los Rolling Stones. No hay nada más sensual, lascivo y placentero que dominar a una mujer dominadora. Y nadie transmite mejor que Jagger esa sensación. ¿Notas cómo se mueven tus caderas? Pues hazles caso, coño. Desnúdate, baila y disfruta.


Un poco de blues no le hace daño a nadie. Por eso Doncha bother me y su sabor clásico y su guitarra estridente son el mejor preludio para la que se avecina... Joder, he dicho un poco de blues. Pero ésto se nos ha ido de las manos. Goin' home es una de esas canciones excesivamente de los Rolling que, si lo piensas fríamente, no aporta absolutamente nada. Once minutos de blues, de muy buen blues, para que vamos a engañarnos, pero que se hacen eternos y que además contiene uno de esos insportables pasajes en los que Jagger se limita a repetir frases y jadear sobre el micrófono. Corramos un tupido velo.


La cara B abre con el alegre piano de Flight 505, un cartucho de buen rock'n'roll de guitarras derretidas y saltarinas, y con un bajo atronador que calla a todos cuando aparece en escena. Suena la armónica de Jones y Watts comienza a jugar con los platillos. High and dry huele a folk de taberna, a cigarro en mano y cerveza en garganta, a palmas, a borrachos enterrando la cabeza en el escote de alguna camarera ligerita de cascos.


Out of time podría ser una balada como cualquier otra, de no ser porque el ritmo de batería y las marimbas la melodía dulce en algo más profundo, más íntimo y casi infantil. Un suave punteo nos lleva hasta It's not easy, tema que no pasará a los anales de la historia, pero que tiene un trabajo de guitarras realmente imprescindible para cualquier amante del rock. El dulcimer Apalache vuelve a hacer su aparición con I am waiting, un tema que comienza casi como una nana pero que gana fuerza pasado el primer minuto. El esquema se repite, alternando el omnipresente poder de Jone con el dulcimer y la voz calmada de Jagger. Take it or leave it, con sus campanillas, su koto japonés, y su melodía ascendente suena casi épica. Una balada bonita a la par que emocionante, amarga a su manera, que nos plantea el dilema de siempre: cógelo o vete, pero no dejes las cosas a medias.


Tremendo Wyman en esta Think, marcando el ritmo como nadie, y acompañado por unos arreglos brutales, como esos ¿trombones? que suenan de fondo, y con unas nots de Richards que te dejan sin aliento. Potente, directo y genial. What to do es otra canción edulcorada pero que a mí me hace mucha gracia. Fundamentalmente por esos coros 'pau-pau-pau-pau' que se escuchan antes del estribillo sobre esos tremendos acordes de blues.


Pues hasta aquí hemos llegado. Espero que lo hayáis disfrutado leyendo tanto como yo escribiendo.
Cuidarse gentuza. Un abrazo enorme y que os la pique un pollo.

8 de noviembre de 2011

There is nothing left to lose

Pensaba que para cuando la Selección Española de fútbol ganase un mundial yo ya me habría ido al otro barrio. También pensé que estaría en una caja de pino y esa pandilla de hijos de puta sin escrúpulos agrupados bajo las siglas ETA seguirían matando inocentes por una causa que hace tiempo dejó de tener sentido. Pero bueno, las buenas noticias siempre son recibidas, aunque ello signifique que te equivocas o que estás más cerca de la tumba de lo que pensabas. En cuanto a ésta última "buena noticia", me vais a permitir que me muestre algo escéptico. No me fío de unos tíos que asesinan por la espalda. Oye, que ojalá me equivoque otra vez y por fin sea la definitiva, pero de momento ni han pedido perdón ni han entregado las armas. Aunque supongo que es un paso tan necesario como esperanzador. Ahora, eso sí, espero que nadie se baje los pantalones y empecemos a relagarles caramelitos por ello. Ellos son asesinos, con todas las letras. Nunca ha habido una guerra. Nunca ha habido dos bandos. La guerra se la inventaron ellos, supongo que en un intento de limpiar sus conciencias por las barbaridades que estaban cometiendo. Y que nadie me salga con Franco y la represión de euskalherría porque me cago en sus muertos. Nada de lo que hiciera Paco el Rana en el País Vasco es razón para las más de ochocientas víctimas, entre las que se encuentran niños como los de la Casa Cuartel de Zaragoza. ¿Esos críos tenían culpa de algo? Por supuesto que no. Las únicas que tienen culpa de algo son vuestras madres, grandísimos hijos de puta. Y ni siquiera ellas tienen toda la culpa. La culpa es sólo vuestra, porque vuestras cuatro neuronas no conectan como deberían y confundís las palabras "libertad" y "fanatismo".
Que nadie se me eche las manos a la cabeza y me tache de nada. A mí los nacionalismos me sudan la polla, hablando en plata. La unidad de España me importa lo mismo que la talla de bragas de la Duquesa de Alba. Pero vamos, si yo fuese abertzale, me darían auténticas náuseas si alguien usase algo en lo que creo para matar. Nadie puede hablar en mi nombre, sólo yo. Y por supuesto, nadie puede matar en mi nombre, ni siquiera yo.


Mucho se ha hablado sobre Dave Grohl y Foo Fighters en este blog, y casi nunca ha sido nada bueno. Mi compañero de blog tiene una extraña obsesión con el antiguo batería de Nirvana que no entraré a valorar pero que desde luego no comparto. ¿Quién tiene razón? Pues yo, por supuesto, que para eso soy más mayor, más guapo y más inteligente.


No conozco a Dave Grohl en persona. No sé cómo es. Lo mismo es un una bellísima persona que un gilipollas integral. O ambas cosas. Pero tiene talento, y eso no me lo podéis discutir. Tocaba la batería como el mismísimo demonio. Su voz tiene muchísima personalidad. Y como compositor no se debería despreciar. ¿Entonces, por qué tanto odio? Probablemente a mucha gente le moleste el hecho de que utilizase su pasado en Nirvana para promocionar su grupo. Esto no termino de entenderlo. ¿Alguien pretendía que para seguir en la música cambiase de identidad? Era Dave Grohl, el batería de Nirvana. Además esto tampoco es del todo cierto, pues el primer disco de Foo Fighters, el homónimo, fue grabado integramente por Grohl en solitario ¿Y no habría resultado más sencillo, en lugar de utilizar el nombre de la banda que pretendía formar, el suyo propio? Algo así como la Dave Grohl Experience o similar, en vez de que la peña tuviese que investigar quién demonios eran esos Foo Fighters (recordad que estamos hablando del año 1994, y lo de tirar de Wikipedia no era posible). Resumiendo: no me parece tan mal tipo. Y tampoco me preocupa equivocarme.


He elegido There is nothing left to lose para este post por dos razones. Para empezar porque este fue el punto de inflexión en el sonido de Foo Fighters, dejando un poco de lado la herencia punk y grunge que habían presentado sus primeros discos, aunque tampoco se olvidasen de ella, y desviándose por el siempre tortuoso camino del rock alternativo, más íntimo, personal y, por qué no decirlo, asequible para el gran público. La otra razón es que, fue durante la grabación de este álbum el momento en el que Foo Fighters dejó de ser "Dave Grohl y amigos" para convertirse en una auténtica banda. La razón es que, tras la salida de Franz Stahl (que había llegado en sustitución de Pat Smear), Grohl y el bajista Nate Mendel decidieron que Taylor Hawkins, que ya había trabajado previamente con la banda en alguna ocasión, podría ser la pieza que les faltaba. Y no se equivocaron.


...¡porque el perro se llamaba "mistetas"! ¿Lo cogéis?
Cansado de la vida que había llevado durante los últimos años (mucho alcohol, mucha droga y mucho rock'n'roll), Grohl decidió largarse de Los Ángeles y se compró una casa en Virginia. En el sótano de la casa montó un estudio, y Hawkins y Mendel se fueron con él. El ambiente era inmejorable. Los tres eran muy amigos y trabajaron en este disco sin ningún tipo de presión, grabando cuando la inspiración llegaba para quedarse. Y después de grabar, una barbacoa en el jardín. Todo muy bucólico y familiar, muy para todos los públicos. Pero eso es lo de menos. Puedes estar en el mismísimo infierno que, mientras la compañía sea buena y tú estés a gusto, las cosas irán bien.


Aquellas sesiones de grabación dierona luz a  auténticos temazos, como la brutal Stacked actors, que abre el disco. Su sonido grunge, sucio, machacante, distorsionado y directo en los estribillos contrasta con el ritmo casi lounge, pausado y sinuoso de las estrofa, convirtiendo esta canción en, para mi gusto, uno de los mejores temas de la banda.


Tras este inicio, Breakout nos marca el camino a seguir. Rock ligero pero divertido y con mucho gancho. Grohl sabe dónde se está moviendo y lo hace como pez en el agua, repartiendo algún berrido que otro para demostrar que, aunque las cosas se hayan suavizado un tanto, ellos siguen siendo los mismos.

Learn to fly es uno de los temas por antonomasia del grupo. Su melodía, cargada de positivismo y melancolía, nos transmite esas ganas de aprender a volar, de ser libres y romper nuestras ataduras. En el vídeo, además del trío (que manía tienen estos chicos con travestirse) hacen aparición estelar Jack Black y Kyle Gass, o lo que es lo mismo, Tenacious D.


Gimme stitches seduce con su ritmo marcado y vacilón, pero no llega a ser nada más que eso. Por su parte, Generator, deja que todo el peso de la canción caiga sobre la guitarra, que alterna entre el wah-wah y los punteos, creando una línea melódica magnífica y realmente adictiva.


Nos relajamos un poco con Aurora, una canción delicada y tenue, en la que Grohl saca su lado romántico y sentimental, no en vano, ha sido uno de sus temas favoritos desde que la compuso. 


Perfecta para una tarde de domingo con la parienta. Como nos hemos puesto melancólicos, Live-in skin continúa con la tónica, aunque esta vez distorsionando las guitarras a más no poder, que gana fuerza a cada segundo y con un Hawkins soberbio marcando el ritmo como nadie.Next year es el colmo del aburrimiento. Tema muy flojo, y para colmo, excesivamente largo. Por suerte Headwires sube un poco el nivel, y Mendel se encarga de servir como base para un sonido muy a lo Smashing Pumpkins, oscuro y denso pero que fluye sin problemas. Bajamos de nuevo la intensidad con Ain't in the life, tema casi acústico, en el que destaca por encima de todo un punteo exquisito, con sabor añejo, muy bluesero.


Reconozco que hasta ahora ha habido muchos altibajos. Los temas son, en general, muy buenos, pero no terminan de cuajar como deberían. Les falta algo... Algo que tiene el tema que cierra el plástico. Saber jugar con la intensidad es algo clave cuando tienes entre manos material de este estilo, tan cercano al pop que corres el riesgo de caer en el abismo sin remedio. Pero, como decía, M.I.A. explota ese crescendo de la melancolía a la rabia contenida,    y es que, con un pasado como el suyo, el grunge tenía que hacer aparición en algún momento. Y es ahora, en ese estribillo repetitivo cuando uno se pone a imaginar, y no costaría mucho pensar que si Kurt Cobain no nos hubiese dejado tan pronto y quizás, sólo quizás, hubiese encontrado una buena razón para vivir, podría cantar a dúo esta canción con su colega Grohl. Ese tío que era un "puto metrónomo" a la batería y que, por suerte, sigue regalándonos buena música.

No sé si es su mejor disco. No sé si ganaron con el cambio. No sé si deberían tener el éxito que tienen o no. Es, simple y llanamente, música. Y de eso es de lo que hablamos aquí.

Un abrazo muy fuerte shurlectores. Que os den morcilla.

4 de noviembre de 2011

Sangre fresca (OCTUBRE 2011)

Madre mía, por fin vuelvo a publicar algo. Joder, que mes de octubre me he pegado. Entre pitos y flautas no he podido sacar apenas tiempo para escribir nada. En parte porque soy un vago, en parte porque en la universidad parece que se han puesto de acuerdo para no dejarme unas horas tranquilas. ¿Sabéis esa clase de profesores que creen que deberías dedicarte única y exclusivamente a su asignatura? Pues yo tengo uno de esos. El tío es muy majo y tal, pero se emociona muchísimo (yo creo que es porque tiene un premio de esos de investigación... un Grammy Latino o alguna tontería de esas) mandándonos trabajos, presentaciones, lecturas y mierdas de una semana para otra. Y claro, como no tenemos horas de clase, prácticas obligatorias ni otros trabajos que entregar, pues al final hay que sacar tiempo de dónde se puede.


¿Y qué es lo primero que me encuentro tras tantos días de ausencia? ¡Han vaporizado Megamelómanos! ¡Maldita sea! ¿Estamos locos o qué? Menos mal que Aitor piensa en todos nosotros y ya nos ha anunciado que mala hierba nunca muere y el regresará, con sus historias de chipironas random, sus musas de épocas pasadas, su elegancia, su salero, sus cockrockers y sus darlings. Algún imbécil refinado, algún alma demasiado sensible, alguna chochidesnatada amante de los vampiros brillantes o algún palurdo con demasiada testosterona habrá sido el culpable. Me cago en la virgen, si se pudieran pegar collejas cibernéticas...


Pero bueno que no cunda el pánico. Los demás guardaremos el sitio caliente. Por mi parte, regreso con mi post estrella. Porque, una vez más, hamijitos, nos preparamos para echar un vistazo a las novedades que nos ha dejado octubre, que, no voy a engañaros, nos ha dejado más bien pocas y algunas muy flojitas. Pero bueno, qué le vamos a hacer. Para compensar un poco, he decidido que a partir de ahora colocaré una nota (número de estrellas) a cada disco para que sepáis de un vistazo rápido, como pinta la cosa*.


El primer cartucho nos llega desde tierras irlandesas con The Answer. No los había escuchado nunca, pero éste Revival me ha parecido una brillante demostración de cómo hacer hard rock sin caer en los clichés propios del género, en la estela de la escena nórdica. Un hard rock más sobrio, alegre e íntimo y menos sucio, grosero y decadente, pero que no deja de irradiar la misma energía de siempre. 


Desde luego queda claro que los ingleses tienen un algo que a los yanquis les falta. You Me at Six, por ejemplo, podrían ser uno de esos grupos de niños modernos y tatuados que tocan música para pre-universitarios. Y en esencia lo son. Pero Sinners never sleep va un paso más allá y consigue colar entre tanto estribillo popero y tanto amor no correspondido, unos muy buenos destellos de rock, tanto clásico como actual, llegando a sonar mucho más emotivos e incluso agresivos. 


Una voz dulce y susurrante, mucho sintetizador y melodías pegadizas. Esos son los ingredientes de la poción mágica que la canadiense LIGHTS ha utilizado para crear Siberia. Ritmos de dubstep con ecos de indie, bañados por la cálida e inigualable voz de esta preciosidad (joer, es que es guapísima la cabrona ¿eh?). Pop, muy pop, para qué vamos a engañarnos, que además acaba haciéndose repetitivo. Genial para relajarse, eso sí, con cuidado porque podemos entrar en coma sin enterarnos. 


Odd soul es el título del tercer álbum de Mutemath, y describe a la perfección lo que nos espera. Estamos hablando de rock electrónico, muy a la vanguardia, con bajos distorsionados, ritmos intrincados y guitarras que corren de puntillas, pero con un aroma a blues que, aunque pueda parecer extraño, no desentona en absoluto y se hace más palpable a cada escucha.



No tengo muy claro si me gusta lo nuevo de Evanescence. Amy Lee me ha parecido siempre una egocéntrica insoportable. Pero parece que la muchacha ha encontrado el norte que perdió cuando le pegó la patadita a Ben Moody y ha dejado a sus "compañeros" participar más activamente en la composición y eso se nota, aunque el resultado sea una especie de nu metal con alma gótica en el que, personalmente hablando, creo que algo no encaja. Por eso no sé si me gusta o no. Aunque de todas maneras, no tengo ganas de despejar mis dudas. 


Agarraos los machos porque Five Finger Death Punch han vuelto para liarla parda. Su estilo, que podríamos clasificar como metalcore con tintes sureños, o simplemente como heavy metal muy trallero, se postula como una opción mucho más asequible para los metalheads más puristas que el que practican otros grupos similares. American capitalist es una sátira, a ratos ácida, a ratos contundente, salpicado con chulería rockstar y sustentado en un incesante doble bombo, en riffs bestiales y una voz potente como pocas. 


He de reconocer que no soy un gran fan de Oasis. Bueno, no soy ni siquiera un fan. Pero Noel Gallagher ha conseguido con sus High Flying Birds lo que su hermano no consiguió con lo poco que he escuchado de Beady Eye: engancharme. No pienso entrar en la discusión de quién es mejor o peor, básicamente porque me la trae floja. Rock etéreo, elegante y melancólico, con denominación de origen, etiqueta negra y empaquetado en terciopelo. 


Eso de que Coldplay o te encantan o los odias no es cierto. A mí no me encantan y tampoco los odio. Mylo Xyloto es para los chicos de Chris Martin algo así como su Achtung baby particular. Absténgase el respetable de insultos porque no estoy comparando los dos discos. Pero en este nuevo álbum la electrónica se mete hasta la cocina, desplazando en muchos casos al resto de instrumentos, pero nunca a la omnipresente y petulante voz de Martin. Disco optimista, que se deja disfrutar y que te regala los oídos con melodías brillantes y emotivas. Pero nada más. 


Hacía ocho años que Jane's Addiction no publicaba nuevo material. The great escape artist no es más que la actualización del sonido de la banda a los tiempos que corren. Y es el trasfondo oscuro, íntimo y delirante que siempre ha caracterizado las composiciones de Farrell, Navarro, Perkins y Chaney, se ha visto reforzado por la batuta e inestimable colaboración de David Sitek. Bajada considerable de revoluciones que consigue endurecer el sonido, hacerlo más contundente y profundo si cabe. 


Ya sé que Alex se encargó de diseccionar con cuchillo de carnicero a la pobre Lulu, pero es una novedad y me gustaría dar mi opinión. Lo primero, tenemos que recordar que esto no es un disco de Metallica, nunca se ha vendido así y la propia banda ha dejado claro que no se puede entender como tal. Es un disco de Lou Reed con los californianos encargados de la parte instrumental. Y eso salta a la vista cuando lo escuchas un par de veces. Lo segundo, y ya entramos en la visión personal, el disco es desconcertante. Y más por Reed que por Metallica, que al fin y al cabo se limitan a reinterpretar a su manera las maquetas de acompañamiento que les dio Reed. El viejo Lou está, eso, viejo, y por momentos parece que pierde el ritmo, que se traba, y que no llega a nada. Todo resulta demasiado denso, aunque de vez en cuando brinda algunos momentos de lucidez. El resultado es una pena, sobre todo porque las letras son magníficas y, con la maquinaria mejor engrasada, este experimento de metal vanguardista podría haber marcado un hito en la historia del rock. Aunque bueno, ya lo ha marcado como una de las colaboraciones más bizarras de todos los tiempos. 


Hasta aquí el repaso a las novedades. Pero antes de marcharme, vamos ha echar un vistazo a los resultados de la única encuesta que hemos realizado durante el mes de octubre (os pido disculpas también por esto. Lo vas dejando, lo vas dejando...) que en éste caso sondeaba entre nuestros magníficos lectores (bueno, menos ese tío que comenta como anónimo y que me tiene un poco harto) cuál era el mejor disco de U2. El resultado ha sido claro, Achtung baby es en vuestra opinión el mejor álbum de los irlandeses. ¿Puede ser por lo pesado que es Alex con este disco? No lo descarto. Pero tenemos que reconocer que es una auténtica obra maestra. Aunque también tenemos que reconocer que nos sería muy difícil a todos catalogar un único disco de Bono and company como "el mejor". Sólo un apunte más: me ha sorprendido mucho que un disco tan reciente como How to dismantle an atomic bomb haya conseguido "tantos" votos. Eso demuestra que no os guiáis por la premisa de "es nuevo, es peor que los anteriores". Y eso me congratula.




Nothing more mis queridos shurhands. Nos leeremos pronto (lo espero de verdad). Hasta entonces, cuidaos mucho. Un abrazo muy grande y que os folle un pez polla.


* Este es el significado de las calificaciones. Obviamente son de carácter personal, pero... cojones, ¡todo este blog está basado en impresiones personales!

- ★ Infumable. Lo comento sólo para que os mantengáis alejados de él. No tenéis huevos...
- ★★ Regular. No perdéis nada por darle una escucha, pero tampoco por no dársela.
- ★★★ Bien. Puede que os guste o no, dependiendo del tipo de música al que esteis acostumbrados.
- ★★★★ Recomendable. Es altamente probable que engrose vuestra lista de discos pendientes.
- ★★★★★ Crema. Para bajárselo sin dudar y, si tienes dispones de monetario, comprarlo.