1 de diciembre de 2014

Por amor a la música: Dave Grohl | Sin censura y sin complejos


Quemamos el último cartucho de esta manga de Por amor a la música dedicada a músicos virtuosos que han prestado su savoir faire a dos (o más) bandas de estilos relativamente opuestos. El anfitrión de esta ronda es mi tocayo Nortwinds (sí, mi nombre completo es Nortwinds Vinny Gonzo III) y ha decidido ponerle un poco de salsa a la despedida proponiéndonos una pequeña variación en el tema: esta vez tenemos que buscar a un artista que haya tocado distintos intrumentos en distintos grupos. Y para ilustrarnos ha elegido a mi querido y admirado Dave Grohl, dando buena cuenta de Sonic highways, el último trabajo de Foo Fighters (próximamente aparecerá también, espero, por aquí) y su proyecto con Josh Homme y John Paul Jones, Them Crooked Vultures.

Siendo como soy fan absoluto de cualquier cosa que haga el del señor Grohl, me planteé seriamente hablar de otros dos de los proyectos en los que se ha visto involucrado: sus primeros pasos profesionales con Scream y ese mastodóntico proyecto de metal llamado Probot. Pero pensé que, joder, aquí hemos venido a jugar, vamos a echarle un poco de ganas.

El caso es que se me vino a la cabeza Steven Wilson, el de Procupine Tree y pensé, coño, este tío tiene que haber tocado de todo... Mi búsqueda en los proyectos del señor Wilson me llevó a descubrir que, además de sus trabajos en solitario y colaboraciones con prácticamente toda la plana mayor del rock progresivo mundial, había tocado la batería en Japanese Voyeurs, un grupo de rock alternativo con sabor a grunge noventero bastante interesante. El caso es que ahí estaba yo escuchando en bucle ambos trabajos (el debut de los Japanese Voyeurs y el In Absentia de Porcupine Tree cuando me entero de que el Steve Wilson que aporrea los parches en los "mirones japoneses" no es el mismo tío. Y me quedo con dos palmos de narices. Así que, qué demonios, que le den por saco a todo. Dave Grohl se merece esta entrada y cuatrocientas más.

Nacido en Ohio, criado en Virginia y madurado a lo largo y ancho de la geografía estadounidense, Grohl es, y lo voy a decir alto y claro, el Bono de mi generación. Más terrenal y menos comprometido, el señor Grohl levanta pasiones y odios a partes iguales y, como el hombre que ha vendido su alma a la "empresita" de la manzana, es el espejo en el que se/nos miran/miramos miles de jóvenes que sueñan con tener su propia banda de rock y, sobretodo, aquellos que entendemos que la música es un universo tan amplio y rico que centrarte únicamente en un sabor es malgastar el paladar.

Un personaje tan público no necesita de mucha presentación pues tenéis más de una biografía más que completa a un golpe de click. De manera que me voy a centrar en las dos épocas correspondientes a los álbumes elegidos: No more censorship de Scream y el homónimo de Probot.

La adolescencia es siempre una etapa difícil y la de Grohl no había sido una excepción. Y es que aunque desde pequeñito Dave siempre había mostrado pasión por la música (su padre era profesor de música) la disciplina no iba con él y, cansado de lecciones de guitarra, decidió aprender por su cuenta y empezar a tocar con sus amigos en distintas bandas. El punto de inflexión le llegó con sólo 13 años, cuando su prima Tracy los llevó a él y a su hermana a un concierto de Naked Raygun en The Cubby Bear, en Chicago (Grohl nunca se cansará de agradecer a Tracy ese momento) y el punk entró en su vida. Cuando entró al instituto y lo eligieron delegado de curso, utilizaba pequeños fragmentos de canciones de los Bad Brains y los Circle Jerks como preludio a los mensajes a sus compañeros por megafonía. La marihuana le estaba pasando factura a sus notas y su madre decidió cambiarlo de instituto varias veces. Las calificaciones de Grohl nunca mejoraron, pero tanto movimiento hizo maravillas en su colección de amigos y por ende en sus proyectos musicales. Mientras militaba en las filas de Freak Baby aprendió a tocar la batería (bendito momento) y unos años después, la audición con los reyes del hardcore underground local, Scream, daba sus frutos. En 1986, con sólo 17 años, Grohl comenzó a forjar un nombre que lo llevaría años después a conocer a Buzz Osbourne y que el líder de los Melvins le recomendara presentarse a la prueba que habían organizado dos colegas suyos, unos tal Kurt y Krist, que buscaban batería para su banda.

Pero nos vamos a quedar en el año 1988, la primera aparición en estudio de Grohl con los Scream en este No more censorship. La banda, fundada por los hermanos Peter y Franz Stahl (voz y guitarra, este último "formó parte" de los primeros Foo Fighters), el bajista Skeeter Thompson y el batería Kent Stax (al que Grohl sustituyó) en el 81. A partir de su segundo largo entraría en la formación Robert Lee "Harley" Davidson a la segunda guitarra. No more censorship es su cuarto trabajo de estudio y el primero en el sello de reggae RAS, que por aquel entonces intentaba extender sus publicaciones al mundo del rock.

Metiéndonos ya en harina, y a pesar de no haber catado nada más de la banda y que a mí el punk hardcore original no termina de convencerme mucho (soy más de hardcore a secas o de las posteriores evoluciones del género, más melódicas) he de reconocer que No more censorship me ha gustado, y mucho. Quizás porque no se trata de un disco de punk hardcore puro y duro y se aprecian ciertos detalles de eclecticismo en las influencias y las ejecuciones, porque Grohl no es el típico batería de tutupá-tutupá-tutupá, o simplemente porque a Peter Stahl se le entiende al cantar y tiene un registro vocal sorprendentemente amplio y muy agradable, con un deje de blues realmente resultón.

Nada más punk que unas paredes de contrachapado.
Desde el arranque con Hit me se sucen de los riffs pegadizos, los ritmos de batería mutantes, los sólos de guitarra de guitar hero sureño y diferentes recursos que aportan variedad a la mezcla, como la introducción acústica del tema homónimo, el pedazo de línea de bajo de Thompson en No escape o la demencial batería de Grohl (y el tono general) de en In the beginning. Pero por supuesto, lo queramos o no, esto es un disco de hardcore. Fucked without a kiss, Take it from the top, It's the time, Something in my head y Binge son puñetazos en la cara de los de toda la vida. Y oye, además tiene dos temas más emocionales que son una auténtica delicia: una Building dreams que suena a pura new wave y una antológica Run to the sun que, o yo estoy totalmente loco, o tiene un rollito glam.´La producción podría ser un poquito mejor y de hecho se rumorea que Grohl quería preparar una edición remasterizada en un futuro próximo.


Saltamos doce años en el tiempo y llegamos al 2001, cuando Grohl aprovechó algunos ratos de tiempo libre para dar rienda suelta a su pasión metalera grabando unas cuantas instrumentales sin más pretensión que la de divertirse. Cada una de estas siete instrumentales estaban inspiradas por diversos vocalistas de metal que le gustaban, imaginando que eran ellos los que ponían su voz. La cosa se quedó ahí mientras Grohl subía peldaño a peldaño con Foo Fighters. Pero tres años más tarde y con el indispensable apoyo de su amigo Matt Sweeney, se sentó junto al teléfono armado con mucha paciencia y una lista de deseos para reclutar colaboradores. Eso es Probot.

En esta lista se encontraban auténticos pesos pesados del metal ochentero como Eric Wagner (Trouble), Snake (Voivod), el indispensable Lemmy o Wino (Saint Vitus). Más músicos fueron añadiéndose al proyecto y algunos se quedaron fuera como el gran Chuck Schuldiner, que desgraciadamente murió antes de poder grabar, o Tom Araya que no pudo participar por problemas de agenda (o porque no le salió de la gaita, vaya usted a saber).

- ¿Dave, tronco, qué mierda le has dado a Wino?
El caso es que la alineación final no tiene desperdicio. Empezando por Grohl, que ejerce de hombre orquesta y se encarga, además de la batería, de la gran mayoría de guitarras, bajos y coros (ya pensábais que me había olvidado de la clave, ¿eh?), siguiendo por Kim Thayil (Soundgarden) que aporta su toque personal a un par de temas y terminando por la retahíla de vocalistas. ¿Preparados?

El sofocante comienzo de Centuries of sin estalla en un tema arrollador que te arranca la cara de la piel con su ritmo sin concesiones y un thrash sucio y muy distorsionado que Cronos (y Grohl en ese puente final) se encargan de llenar con sus gargantas raspadas. Después sigue la cosa con Red war, más thrash, esta vez en honor a los sacrificios rituales de Sepultura con un Max Cavalera destado y unos oscuros arpegios de guitarra que te apuñalan sin descanso. Momento para algo más clásico pero igual de contundente de la mano de Lemmy en Shake your blood, que fue el single de presentación de Probot, cosa que no me extraña en absoluto porque es jodidamente pegadiza. Tremendo doble bombo el de Grohl, por cierto.

Mike Dean (Corrosion of Conformity) y Kurt Brecht (Dirty Rotten Imbeciles) no sólo comparten su afición por las siglas (COC vs DRI, fight!) sino que además aportan la tralla al disco con dos temas, Access Babylon y Silent spring en su vertiente más punk, el primero a una velocidad de vértigo (me encanta) y el segundo más densa y siniestra.

Ice cold man, asfixiante como la noche más negra, nos regala una guitarra que se lamenta y a un Lee Dorrian (Cathedral) que sabe hacerlo salirse tanto en el lento desarrollo inicial como en el acelerado cierre. El tema de Wino, The emerald law, tiene, como no podía ser de otra manera, espíritu desértico, de doom y stoner. Otra que se te queda grabada a fuego en las neuronas.

Abran paso porque Tom G. Warrior su une a la fiesta con Big sky. Un bajo distorsionado, un ritmo machacón, un riff serpenteante y, mátame camión, cierto tufillo grunge. Ya está, no hace falta nada más para crear una joya que no necesita destacar para ser degustada. Todo lo contrario que Dictatosaurus, con Snake ejerciendo de líder en un tema que sí destaca, pero en este caso por tener elementos más que reconocibles en los cortes más agresivos de Foo Fighters y cuyo estribillo no desentonaría en un disco de la banda.

Se va acabando la cosa con My tortured soul, otra nueva dosis de sludge pesado que Eric Wagner se encarga de llevar a la estratosfera con su versatilidad. De nuevo, un estribillo más que acertado. Pero si esto era un tributo al metal ochentero, no sé vosotros, pero a mí no podía fallarme el gran King Diamond para marcarse un Sweet dreams al gusto del danés: peligroso, teatral, excesivo, onírico y muy, pero que muy, potente. Y por supuesto el que tampoco podía faltar en esta oda al metal añejo era Jack Black, íntimo de Grohl, que se marca la divertidísima I am the warlock, que aunque no te la puedas tomar en serio, no deja de ser un magnífico final para Probot.


Se cumplía este año el décimo aniversario de la salida del disco y es una lástima que Grohl estuviera inmerso en la grabación de Sonic highways, porque el proyecto no tuvo mucho recorrido en directo y una gira (aunque hubiera sido breve) con invitados tan ilustres, habría sido muy pepina.

Está claro que no puedo ser imparcial, pero qué queréis que os diga: cuando escucho los argumentos esgrimidos por los detractores de Dave Grohl, no puedo sino carcajearme, pues la lista de argumentos que él mismo nos proporciona a sus seguidores (estos dos discos son un muy buen ejemplo)

PD: Antes de irme y a pesar de que dejo muchas cosas en el tintero, algunas de las cuales mencionaré próximamente en la entrada de Sonic highways (a mí es que todo lo que hace Grohl me parece digno de mención) quiero compartir con vosotros una pequeña anécdota que leí el otro día y que incluye a Grohl y a nuestro añorado Dimebag Darrell y que podéis leer aquí (in english) que ya me ha quedado suficientemente largo esto.

5 comentarios:

bernardo de andres dijo...

A mi el Grohl es el Nirvana que mejor me cae. Así a la chita callando se ha montado un carreron de no te menees. es graciso pero la leyenda de que los baterias son seres gordos e inutiles que viven de la sopa boba se cae con todo el equipo en el caso de Grohl . El nuevo disco no es de lo mejor de su carrera pero tampoco es malo sobre todo si tenemos la falta de rock en listas lo cual si empieza a ser un problema. Los dos que propones no los había escuchado pero asía bote pronto me decantpo por los Grohl lemmu y cia pues el hardcore si que no me va casi nada

Unknown dijo...

Mejor que toque la batería.

Unknown dijo...

muy bien post, muy trabajado!Buen apunte el de los Japanese Voyeurs! Me pasa como a bernardo el Grohl que me gusta es el de Nirvana y aun!Nunca fui fan de Nirvana y aun menos de F.F
Pero ya se sabe....
A+

Carlos Tizón dijo...

Pues no conocía yo esa banda punk así que me la apunto. Lo de Probot, siempre me pareció meramente anecdotico

PUPILO DILATADO dijo...

En primer lugar, disculpa que te comente tan tarde, pero bueno, ya estoy aquí!!!.

Me ha encantado tu entrada Vinny, de verdad te lo digo, supercurrada e interesante a pesar de saber muchas cosas ya. No sé por qué, pero cuando ví la propuesta de NOrtwinds me dió en la nariz que alguno de nosotros repetiría por la diversificación de la carrera de Grohl...veo que no me he equivocado!!!.

Con Foo Fighters tuve una crisis a partir de su tercer disco, se hicieron tan mediáticos, hablando hasta los 'gafapastas' de ellos que, supongo que por esto me alejé de ellos y no volví a disfrutar de ellos hasta el anterior a este último que acaban de sacar.

Lo de Scream suena realmente bien y me parece muy lejos de ser el típico álbum lineal y a piñón típico del género y lo de Probot, WOW!, lo de Probot es una puta joya escondida y está bien que así sea, la promoción y el 'tour' hubiese sido demasiado caro para tanto estrellón y las agendas de muchos eran realmente complicadas de cuadrar. En cualquier caso, este disco lo disfruté mucho pero lo tenía muuuuy olvidado ya.

Saludos