17 de diciembre de 2014

Sangre fresca: Foo Fighters - Sonic highways | Mapa de los sonidos de Grohl

Estamos tan acostumbrados a hablar y escuchar sobre Estados Unidos que muchas veces se nos olvida que, más que un país, es un continente. Nos referimos a ellos como "los americanos" obviando en primera instancia a todos los países latinoamericanos y, en segundo lugar, que nada tienen que ver un texano con un neoyorquino, un ciudadano de Oregon con alguien de Minessota o Florida. Un país fundado, poblado y levantado (aún a día de hoy) por inmigrantes de nacionalidades tan distantes como distintas. Estamos tan habituados (yo al menos, aunque poco a poco voy modificando mis hábitos) a consumir productos audiovisuales procendentes de the home of the brave traducidos y doblados a nuestro idioma que perdemos algo tan importante como un acento, una cadencia, una palabra autóctona... Nos llevamos las manos a la cabeza cuando los gringos confunden el origen de un hispanoablante pero no nos damos cuenta de que la distancia entre Sevilla y Caracas no llega a ser el doble de la que hay entre Maine y California.

En un intento algo precipitado de saciar su megalomanía y compartir con todos sus seguidores algunos de los ingredientes fundamentales que componen su personalidad musical, Dave Grohl despertaba a Foo Fighters del letargo mucho antes de lo previsto (recuerdo que, tras la gira de Wasting light, anunciaron que se iban a tomar un descanso) para embarcarse en un viaje por todo lo alto y ancho de la geografía estadounidense para plasmar en un disco y un documental el sonido de varias de las ciudades más importantes (musicalmente hablando) de su país.

El concepto de Sonic highways suena tan apetecible como arriesgado. Por un lado el disco: ocho canciones cuya base rítimica y melódica están previamente compuestas se graban en ocho estudios distintos, con ocho productores distintos, con invitados especiales en cada canción. Por otro el documental: ocho capítulos con sus correspondientes entrevistas, imágenes de archivo, su buena dosis de investigación y el trabajo de escribir la letra de cada una de estas canciones basándose en las conversaciones mantenidas con las personalidades de cada ciudad. No me negaréis que la tarea se antoja complicada y que el resultado puede ser un éxito internacional o un fracaso absoluto.

La cosa es que al final la cosa se queda en un término medio. Es... a ver si me queda bien el símil arquitectónico: las bases son sólidas, puro hormigón armado de profesionalidad reforzado por muchos años de carrera; la fachada es preciosa, con muchos detalles elegantes, sobrio a la par que moderno, respetando lo clásico, grandes ventanales que dejan pasar la luz...; pero el resto de la construcción es algo endeble, con paredes finas que hacen que se escuche el ruido que hacen los vecinos, tuberías que cacharrean cuando el frío o el calor hace de las suyas, algunas puertas se atrancan. Es lo que pasa cuando intentas levantar un edificio con la habitual prisa que imprime el negocio del espectáculo al arte y que ni siquiera esta manada de mastodontes (Grohl y sus compañeros, Butch Vig y la gente de HBO) puede evitar.

Pat Smear (The Germs, Los Ángeles CA), Nate Mendel (Sunny Day Real State, Richland WA), Dave Grohl (Nirvana, Springfield VA), Taylor Hawkins (Alanis Morissette, Fort Worth TX) y Chris Schiflett (No User for a Name, Santa Bárbara CA). Estaba cantado.
El viaje comienza en Chicago y, sinceramente, la cosa no podía arrancar de mejor manera. En el Electric Audio de Steve Albini, en la ciudad que Grohl considera escenario de su catarsis musical con un concierto de Naked Raygun en el Cubby Bear como experiencia vital, se graba Something from nothing, una canción tan potente como cambiante, con un riff adictivo (e "inspirado" clarísimamente en el desaparecido Ronnie James Dio) y un ritmo que se vuelve cada vez más trepidante, todo ello salpicado con un teclado de aroma funky y Rick Nielsen aportando su granito de arena con fogonazos de guitarra. Puro caviar, hoygan.

Se redondea este inconmensurable comienzo con The feast and the famine, resumen de su paso por Washington D.C., "ciudad natal" de Grohl (el muchacho es nacido en Ohio y criado en Virginia, pero para el caso patatas). Una ciudad cuyos enormes contrastes sociales propiciaron el surgimiento de un estilo tan particular como es el go-go, con sus extraños e hipnóticos ritmos de batería, y de una escena hardcore punk que tiene como mayores héroes a gente tan importante como Fugazi o los Bad Brains. El Inner Ear de Don Zientara, responsable de la gran mayoría de los trabajos de esta escena, plasma su personalidad en otro tema pegadizo y con mucho músculo. Como homenaje a sus inicios además Grohl invita a sus amigos Pete Stahl y Skeeter Thompson (de Scream) a aportar unos coros para remarcar el acento punk.

La siguiente para es Nashville, cuna del country norteamericano y hogar de los compositores y contadores de historias más importantes del mundo como Willie Nelson, Emmylou Harris (estoy enamorado de esta señora) o Dolly Parton (estoy aún más enamorado de la buena de Dolly). La verdad es que el tema resultante, Congregation, no es especialmente resultón y quizás lo más interesante sea descubrir a Zac Brown, un tío tan auténtico como ecléctico amén de músico más que válido.

El escenario de Austin City Limits les espera, pero antes aún hay tiempo para un pequeño homenaje a la persona de Roky Erickson, de los 13th Floor Elevators y tirarle una pullita mal disimulada a un SXSW (festival de música, para los que os encontréis algo desubicados con tanto kilómetro) que ha perdido el norte y la identidad. What did I do? / God as my witness comienza a marcar una tónica más relajada para lo que queda de disco y a pesar de tener una luminosidad latente la cosa no termina de cuajar en ninguna de las dos mitades. Aunque, oye, la guitarra de Gary Clark Jr es un regalo para los oídos.

No me digáis que no dan ganas de perderse...
Llegamos a mi capítulo favorito de la serie y, por ende, mi tema favorito de Sonic highways. Cualquiera pensaría que cuarenta minutos dedicados a Los Ángeles se iban a convertir en una orgía de sexo, drogas, laca y hard rock, pero Grohl se desmarca y centra la experiencia musical un poco más hacia el este, perdiéndose en el desierto de Palm Springs para acabar grabando Outside en el Rancho de la Luna, cuartel general de las áridas sesiones de Josh Homme y el resto de músicos de la escena stoner noventera. Un lugar (tanto el estudio como la zona) que me he prometido a mí mismo visitar algún día, para experimentar esa sensación de paz que muestran los paisajes inabarcables y las noches silenciosas. Outside hace además referencia a la escena glam de los 70, en palabras de Joan Jett "girls were boys and boys were girls" y el broche de oro lo pone Joe Walsh (que no sé si es el bótox, la droga o algún problema de salud del que no tengo noticia, pero tiene la cara que parece Mickey Rourke de bajona) con una guitarra que convierte a Taylor Hawkins en una colegiala emocionada y que a mí me pone muy, pero MUY, cachondo. 

De la seca Palm Springs la cosa se traslada a la húmeda Nueva Orleans, en un capítulo que, la verdad, prometía bastante más. Quizás porque es de los poco que no me sorprendió, pues casi todo lo que cuenta (el nacimiento del jazz, su tradición multicultural de integración, su buen humor ante las adversidades) formaba parte de la imagen que tengo de la ciudad que el Katrina casi (o sin casi) destruye. Es precisamente este evento el que sirve de piedra angular para toda la estancia de los Foo Fighters y a pesar de que la Preservation Jazz Hall le aporta a In the clear una tonelada de calidad, no es muy inspirada.

En el horizonte se vislumbra el Space Needle y eso significa que hemos llegado a Seattle. No creo que a nadie sorprenda que, siendo Grohl el protagonista, Subterranean y su correspondiente capítulo se centran en la eclosión y posterior explosión del grunge. No recuerdo ahora mismo quién es, pero afirma que la razón por la que una ciudad como Seattle fue capaz de crear un estilo que dominó el mundo es (además del clima, claro está) que como estaba tan lejos del resto de ciudades importantes y no iba casi nunca nadie importante, tuvieron que inventarse una escena con el sello Sub-Pop como punta de lanza. El curioso Robert Lang Studio (excavado bajo una colina poco a poco por su dueño) sirvió a Grohl como refugio tras la muerte de Kurt Cobain. Esa melancolía lluviosa y gris es la que convierte Subterranean en un buen tema, efecto que queda algo deslucido con una duración para mí excesiva pero que Barrett Jones recupera un poco con su EBow. Antes de partir hacia nuestro último destino, me gustaría comentar un momento del capítulo que me pareció imprescindible como ejemplo de la humanidad de estos músicos que muchas veces olvidamos que son humanos: Duff McKagan, con la voz medio quebrada y en un momento de sinceridad se disculpa con Grohl por no haberlos llamado ni a él ni a Novoselic tras morir Cobain porque, más allá de ser compañeros de gremio, son sobretodo amigos.

La última parada es Nueva York y la verdad es que para ser el cierre es tirando a regulero. I am a river, el tema, es bastante estándar y una vez más son los invitados (sobretodo la dirección de la Los Angeles Youth Orchestra de Tony Visconti) los que le dan al corte el punto (en este caso casi épico) necesario para no convertirse en olvidable. Aunque me temo que al final acabará siendo eso. En cuanto al capítulo, quizás lo más interesante sea la conversación sobre Steven Rosenthal (dueño de The Magic Shop, el estdio elegido) sobre el estado de la industria y la reivindicación de Woodie Guthrie (un artista que cuanto más descubro más admiro). Pero desde luego si algo será comentado de este final es una guinda que me tuvo debatiéndome entre la total fascinación y una feroz vergüenza ajena y que no es otra que una conversación de Grohl con el mismísimo Barack Obama. Acojonante.


Sonic highways no es el mejor disco de Foo Fighters. Y tampoco entrará entre los cinco mejores. Pero yo tampoco lo contaría como un disco de la banda en sentido estricto. Es más, es prácticamente imposible entenderlo sin ver el documental y es en conjunto cuando de verdad se cierra el círculo. Así que, y aunque suena a defensa desesperada, si se entiende Sonic highways como la banda sonora de la serie de HBO, todo tiene mucho más sentido. De todas maneras ocho canciones son muy pocas para el ritmo al que nos tienen acostumbrados y la energía que desprenden y por eso creo que antes de que nos demos cuenta tendremos un nuevo trabajo. Quién sabe, puede que incluso sea la segunda parte de Sonic highways.


Como conclusión y porque me gusta dejar las cosas claras, mi recomendación es que degustéis el disco poco a poco mientras seguís la serie, que es lo que realmente merece la pena.

2 comentarios:

bernardo de andres dijo...

disco irregular donde se demuestra que grohl es urbanita ya que los peores temas son aqullos que se dedican a lugares menos industriales tipo austin o texas dónde se ve que noe sta nada comodo

Unknown dijo...

Ya comente tu estupenda entrada sobre Egar...siento el retraso! The Foo Fighters tu te puedes creer que nunca les di una oportunidad y creo que salvo por la radio nunca los he escuchado!
Lamentable...pero es que no doy absto!
A+